20 jul 2016

Que porfa me vendan una premisa de esa función,


No comprendo este mundo como Alicia, más allá de sus perversiones nabokovnianas, no, no está comprendida. Esta era para mí, se divide antes y después del amor, la Roma hundida, la locura y el vacío, o tal vez, yace bajo una lápida con un epígrafe borroso que ruega…in memoriam y no me di cuenta.

No entiendo este tiempo cosificado, como aun hoy sigo sin comprender el uso de los cajones. ¿Qué se guarda en un cajón? ¿Cuál es la lógica y el concepto? Y por sobre todas las cosas…quién los inventó y donde está escrita la ley que dice: en este cajón van las medias a la derecha y el corazón dobladito a la izquierda. En este los pijamas felpudos y en el de abajo el sexo casual, desamparado, le ves a la neurosis junto a una porción rancia de pizza. En el de arriba las camisas y los abrazos abandonados, ahí sí, donde nadie los vea porque, por esa lógica que no comprendo, la ternura se convirtió en vergüenza y símbolo de debilidad.


Por eso no regresaba, porque aún me resisto a cosificar la vida, el amor, el erotismo. Me revelo y me rebelo incierta, desubicada, fuera de tiempo pasado y presente. ¡Ay sí!  ya no es el cuerpo el que me muerde, no, hoy me muerde este mundo y hasta por momentos, me muerdo yo misma para no dejarme llevar por el cinismo, borrarte de mis versos, sacudir tu olor de los sillones y que mi cuerpo entienda, que le amputaron tus abrazos.