Eres parte de mi, lejanía.

Lejanía: Podría escribir sobre ti más allá de los márgenes de mis libros y de las hojas de mis cuadernos, deja de callar sin otorgar y desmenuza los enigmas que te envuelven. Que si me quieres contar cuentos de cómo te ahorcabas en braguitas ajenas los escucharé.

Eco caníbal: ¿Escucharías mientras escribes en mí? Al menos puedo decirte que todas mis palabras terminan mojándose en tu lengua. Que esas letras que con tus uñas me inyectas en toda la piel, no dejan un mínimo espacio para otras escritoras.

Lejanía: Tápame los ojos para no verte. Haré que pases miedo si dejo de arrancarme la piel por tus huesos, haré que vivas sumergido en este erotismo del que nadie imagina que entramos.

Eco caníbal: Vibran mis manos, el compás qué... Se desfragmentan sobre tus poros y flotan, rozan, arden hasta refinarse en música que pone alerta los sentidos placenteros.

Lejanía: Escúchame en medio de esta nada, yo quiero que tengamos simulacros de quitarnos la prosa, de que me digas que me desvista porque así estoy más guapa, y quiero que no entiendas lo que susurro, pues aunque nunca haya tenido miedo a las alturas, que te de vértigo subir a mi cintura...

Eco caníbal: ¿Qué es lo que gimes ahora? Ya desnudos, mis caricias te visten como a una diosa, van mis dedos arando tu praderas de frutos prohibidos. Me detengo en un punto y en otro donde mi boca se derrite en lo febril de tus altaneros hermosos.

Lejanía: No, espera no me vuelvas a llevar hacia lo más alto en el delirio de un sueño donde recreamos un encuentro inesperado entre nuestros "ellos", cargados de libido, si después me sueltas. Mírame completa cuando en tu mente se desentierre un recuerdo que me involucre, o cuando sin quererlo pienses en mí.

Eco caníbal: Nunca habré de soltarte pues, a juzgar por los suspiros que permanecen como ecos en el pasillo que nos lleva a perdernos el uno en el otro, sólo te veo completa conmigo.

Gracias Josué López no lo debíamos.